Artículo
(Fecha: 13/12/2001)

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LA DEUDA, NO ES

Firma:Pablo T. Spiller
Profesor de la Universidad de California, Berkely y Director de LECG LLC
[ P ]Las propuestas tienen que ser consistentes con la capacidad de cambiar expectativas de los acreedores

** Nota **En un almuerzo con colegas de la Universidad de California, Berkeley, el tópico, como no podía ser de otra manera, fue la situación de la Argentina. Después de escuchar varias posiciones sobre la necesidad de dolarizar, devaluar o entrar en default, parafraseando al ex presidente Bill Clinton, les dije: "No es la deuda, estúpidosö, lo cual obviamente creó un silencio que tuve que llenar. Esto es lo que les dije: la deuda argentina no es extremadamente grande. Son $ 130.000 millones, en una nación de 35 millones de habitantes, con un PIB per cápita de aproximadamente $ 8.000, ello implica que la deuda de la Nación es aproximadamente un 50% del PIB. La magnitud de esta deuda es baja si se la compara con otros países: por ejemplo, como porcentaje del PIB, la deuda de Italia representa el 110%, Portugal 54%, Uruguay 68%, Chile 67%. Si el costo de la deuda fuese del 8%, habría que dedicar sólo el 4% del PIB al pago de intereses. Un país normal tiene una tasa impositiva promedio de alrededor del 25% del PIB (los impuestos nacionales en Italia representan un 28% del PIB, en Portugal el 24%, Chile y la Argentina el 17%, en el Reino Unido, 38%). Si la Argentina fuese como aquellos países con quienes uno se desea comparar, el pago de intereses no excedería el 20% de la recaudación (en la Argentina, el 23%).
Si, sin embargo, hubiese que repagar la deuda, cuestión que un país normal no debería, digamos a 10 años, entonces, habría que usar el 5% del PIB para repago de deuda. Eso llevaría a que el costo de la deuda ascendería al 40% de la recaudación, requiriendo cortes drásticos en programas sociales, o requiriendo un aumento draconiano en la carga impositiva. A su vez, si en lugar de tener que pagar la deuda en 10 años, los acreedores requieren que sea pagada en 5 años, el repago de la deuda representaría el 60% de la recaudación nacional. Esta carga se vuelve sumamente onerosa, y conduce a una fuerte recesión. En la Argentina la cancelación de la deuda por sí sola representa hoy el 45% de la recaudación.
Por lo tanto, el factor fundamental no es tanto la deuda sino sus características y, en particular, la necesidad de repago de la deuda. La diferencia entre la Argentina y otros países, como los europeos, Uruguay o Chile, con niveles de deuda similares o aún mayores, es que los acreedores no están dispuestos a canjear deuda argentina que vence por deuda nueva a niveles de mercado. Y ése no es el caso en Europa, Chile o Uruguay.
Éste cambio de opinión de los acreedores de la Argentina es equivalente a una corrida bancaria. Mientras que cada uno de los acreedores estén contentos con mantener el nivel de préstamos, el nivel de deuda está OK. Cambios en las expectativas de los acreedores pueden llevar a un país en perfecta situación de liquidez a enfrentar dificultades de pago. Por lo tanto, las propuestas políticas tienen que ser consistentes con la capacidad de cambiar las expectativas de los acreedores.
La política económica durante los últimos dos años ha sido errática. Se implementaron aumentos impositivos, seguidos por rebajas parciales –eliminadas esta semana–, con una política fiscal discrecionaria, se castigó contra las provincias por gastos excesivos pero se aceptó la emisión de dinero provincial, se atenta directamente contra los derechos de propiedad, se permite que terceros se adueñen de las vías públicas e impidan el tránsito y el comercio, se aumentan aranceles para sectores preferidos mientras que se bajan para otros. Esta política de gobierno, que mirada desde afuera parece un barco sin timón, lleva a cualquier acreedor a ver las bondades de ‘pájaro en mano’. Por lo tanto, no es la deuda el problema. El problema está en las características institucionales que llevaron a la Argentina a tener un Gobierno sin capacidad de gobernar. Esta incapacidad no se basa en la falta de control sobre el proceso legislativo. Varios gobiernos no han tenido control del Poder Legislativo y sin embargo han podido mantener el orden interno y una estabilidad fiscal. El problema argentino radica en la imposibilidad de este Gobierno de manejar apropiadamente los grupos de interés, y en particular, pero no únicamente, los sindicatos. Al perder la ‘calle’, políticas de gobierno necesarias para afrentar shocks externos se vuelven políticamente difíciles de implementar, llevando a compromisos de política que atentan directamente contra la credibilidad del sistema. Sin credibilidad, los acreedores entran en pánico, demandan aumentos en los intereses primero y, subsecuentemente, el repago de la deuda. Para salir de este callejón, es fundamental recrear la credibilidad, no sólo del sistema financiero y de la convertibilidad, sino del sistema político. Credibilidad en un estado de derecho, con políticas estables y respeto por los derechos de propiedad. Para ello, es imperante cambios en el sistema político, entre ellos, el electoral y el fiscal federal



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